En 1947, luego de disolverse la Escuela Libre de Artes Plásticas Altamira, María Juana Heras Velasco continuó asistiendo a las clases de pintura en el Aterlier Pettoruti en el antiguo edificio de la calle Charcas 1763. Al cabo de un tiempo la artista instaló allí su propio taller junto al de su maestro, y a los de los artistas Pablo Edelstein, Víctor Chab, y Febo Martí, entre otros.
Así recordaba María Juana Heras Velasco una de las clases de dibujo de Pettoruti:
“‘Me puso a dibujar una mesa con una botella. Yo dibujé la mesa, después la botella.
‘-Bien -dijo Pettoruti, al tiempo que agregaba una copa al modelo-: Ahora dibuje la copa.
‘Cuando terminé, añadió un tacho.
‘-Dibújelo -me dijo-. Cuando todo estaba listo, y muy cuidadosamente ejecutado, él agregó una tela -: ¡Adelante!
‘Como a mí se me había terminado la mesa, no tuve más remedio que decir:
‘-Señor, no cabe.
‘-¿Cómo -preguntó el maestro-, no está sobre la mesa?
‘-Sí… (era evidente que estaba).
‘-Bueno, entonces quiere decir que algo anda mal en su dibujo’”.(1)
Además del trabajo sobre la espacialidad en el dibujo, el estudio del color ocupaba un lugar fundamental en las clases de Pettoruti. Ambos elementos, espacio y color, resultarán centrales en el lenguaje plástico de Heras Velasco que, hacia los años sesenta, comenzará a aplicar color a sus esculturas de chapa de hierro.