Desde comienzos de los años setenta María Juana Heras Velasco trabaja en torno a lo urbano. Su interés por la ciudad, que atravesará toda su producción posterior, está sujeto a la necesidad de hablar de su tiempo. De allí surgen los temas y el repertorio formal de sus obras. El sistema visual de la señalética urbana, las vistas aéreas de la ciudad, e incluso la producción de poetas, músicos y artistas contemporáneos cuyas obras también abordan distintos aspectos de lo urbano, serán sus referencias estéticas o puntos de partida. Así surgen las numerosas Transposeñas, las Ciudades, “Homenaje a Piazzolla” (1874/1980), “Homenaje a Allen Ginsberg” (1977/1979/1980), “Requiem a un ciudadano” (1976).
En uno de los textos del catálogo de su última muestra individual (Empatía, 2006), María Teresa Constantín observa: “Una mirada rápida limitaría la obra de María Juana Heras Velasco a las búsquedas y problemas de la escultura abstracta, a las posibilidades expresivas de formas y colores. Sin embargo, como señala la artista: ‘la problemática no está en la figuración o no figuración sino en que la obra respire el momento, el tiempo en que fue creada.’”*
Muchas de sus esculturas de hierro policromado adquieren dimensiones monumentales y tienen el destino de ser emplazadas en el espacio público para convivir con quienes habitamos la ciudad, para interpelarnos acerca de aquello que hemos naturalizado de nuestro propio entorno cotidiano.
*María Teresa Constantín, en María Teresa Constantín y Diana Wechsler, Heras Velasco, Empatía Espacio de Arte, Buenos Aires, 2006.